Esta normativa, por ejemplo, obliga a la utilización de cierto tipo de cemento, de hormigón, de cimentaciones, refuerzos, recubrimientos y protecciones, entre otros elementos. Por ejemplo, regula las edificaciones de estructura mixta (acero y hormigón), como en el caso de inHAUS.
La afirmación de que todas las casas prefabricadas duran entre 50 y 70 años, carece de base técnica. Dependerá del tipo de sistema constructivo, de la definición de sus acabados y de la calidad y frecuencia del mantenimiento recibido. Como ejemplo: una casa tradicional, debería tener una durabilidad mínima de 50 años.
Toda vivienda (también la modular industrializada) debe pasar una serie de revisiones completa, una inspección de cubierta cada uno, cinco y 10 años. Si esto no se produce y existen filtraciones de agua a la estructura, y si la vivienda está deshabitada, sin uso y sin mantenimiento, la vida útil real podría bajar de los 50 años.
Una de las ventajas del sistema constructivo inHAUS es la inexistencia de juntas de dilatación. En otro tipo de casas, incluso prefabricadas o de paneles de hormigón, deben ser revisadas cada 5 años porque suponen un punto débil, como posible vía de entrada de agua.
Otra de las principales desventajas de la construcción tradicional, con respecto a algunas las prefabricadas o modulares, es que los ladrillos de fachada y los forjados de hormigón son más vulnerables antes la entrada de filtraciones. Con un correcto mantenimiento, se podrán evitar. Pero si no existe este potencial punto débil será más favorable la durabilidad.