Erigida sobre un podio, la escalera y el muro que alberga sus peldaños volados sirven de separador entre la cocina y el salón. Los escalones de madera de roble dotan de absoluta elegancia al conjunto, protegido por un vidrio anclado en el techo, como un escudo colgante y transparente.
El salón cuenta con una doble altura que asciende hacia el estudio. Y desde esa atalaya, hacia el nivel inferior, se genera un potente efecto visual hacia el muro que recae a la terraza, que en apariencia levita sin apoyos sobre un gran ventanal.